Nos recuerda nuestro amigo Psicólogo Paulo Daniel Acero, Director Científico de la Fundación Vida por Amor a Ellos, que a pesar de ser concebida por muchos como la mejor época del año, el mes de diciembre suele provocar que la tristeza y la depresión se hagan evidentes con mayor intensidad. No es que en los otros meses del año no haya motivos para estar triste o deprimido, sino que durante el resto de año las ilusiones y desilusiones se distribuyen casi de manera uniforme, pero en diciembre, estas se concentran y son más notorias, pues en la época navideña se presume que todos deben estar obligatoriamente felices.
Cuando se habla de depresión de fin de año, algunas personas ven el entorno triste y vacio, se ven a sí mismas tristes y vacías, experimentan vacío existencial y les resulta complicada y exigente la realización de actividades que antes llevaban a cabo sin dificultad. Algunos de las causas pueden ser:
• Evidenciar el no cumplimiento de proyectos: En este sentido vale la pena reflexionar que lo que no permite obtener los resultados es que las decisiones que se toman el 31 de diciembre, para al año que sigue, suelen ser proyectos basados en la emoción y no en la razón y la planeación. No hay que tomar decisiones sino determinaciones y la diferencia es que estas últimas no se toman en un instante, sino que son fruto de la reflexión y se caracterizan por ir acompañadas de fechas, acciones a realizar y presupuestos a ejecutar. Cualquier proyecto que no contemple estos tres mínimos elementos no es tal sino un simple deseo.
• Anclarse en los faltantes y no en lo que se tiene: Este tipo de visión negativa, usualmente basada en la tendencia a compararse con los demás y a hacer depender nuestra felicidad de que los demás sean menos felices que nosotros, lleva a no dar valor real a nuestros logros y a demeritar nuestros alcances.
• Focalizarse más en los recuerdos negativos que en los gratos: Quienes trabajamos con el duelo, solemos decir que es la tendencia a comparar heridas buscando comprobar que la nuestra es la más grande, lo que ratifica nuestro derecho a sentirnos desgraciados.
• Confrontarse con el vacío existencial: Nunca como en esta época se ponen a prueba nuestros valores y visión de la vida. En este mes del año se contraponen el tener y el ser.. Es clave no entrar en la insulsa competencia de ver cuánto se regala y hacer depender de ello la dimensión del aprecio.
• Enfrentar la felicidad superficial versus la autentica: La idea de felicidad que nos trasmiten los medios de comunicación no tiene nada que ver con la felicidad de las personas reales. Quienes han pasado y afrontado satisfactoriamente adversidades y pruebas, pueden dar testimonio de que descubrieron que la verdadera felicidad está en la cercanía emocional con los seres queridos, en la superación de barreras de separación constituidas por malentendidos y perdones no dados y no concedidos y en la verbalización y demostración de afecto mediante una llamada, un abrazo o un detalle salido del corazón.
Para finalizar esta reflexión queremos invitar a recordar que tan importante como lo que nos sucede, es la manera en que afrontamos aquello que nos sucede y que, de una manera maravillosa, los seres humanos somos infinitamente superiores a lo que nos ocurre, pues, si solo somos lo que nos ocurre, estamos atados al pasado, cuando uno de los aspectos esenciales del ser humano es la capacidad de proyectarse al futuro, afianzándolo en determinaciones tomadas en el presente, gracias a los aprendizajes de un pasado no evitado sino sanamente procesado e integrado a la experiencia vital.
Lic. Yaneth Rubio Pinilla
Tanatóloga