martes, 20 de diciembre de 2016
EL PODER DE LOS ABRAZOS
Abrazo y silencio van de la mano, es el encuentro en lo más íntimo del corazón que entrega la fuerza para seguir. Los corazones se acercan, los latidos se funden en uno solo y el amor realiza el milagro de acariciar el alma.
Un abrazo que dura 20 segundos, produce un efecto terapéutico sobre el cuerpo y la mente. La razón es que un abrazo sincero produce oxitocina, también conocida como la hormona del amor, permite relajarse, sentirse seguro y calmar temores y ansiedad. Este maravilloso tranquilizante se ofrece de forma gratuita cada vez que tenemos a una persona en nuestros brazos, que acunamos a un niño, que acariciamos un perro o un gato, que estamos bailando con nuestra pareja, cuanto más nos acercamos a alguien o simplemente sostenemos los hombros de un amigo.
Los seres humanos necesitamos abrazos. Abrazos que nos alivien, que nos consuelen, que nos hagan sentir queridos. Y no solo recibirlos, también es importante ofrecerlos.
Para quienes sufren el dolor de la pérdida de un ser querido, el abrazo les contiene, les soporta, les recuerda que hay vida. Investigaciones recientes indican que un bebé no podría sobrevivir sin el abrazo y las caricias, el contacto físico es vital.
El abrazo proporciona seguridad, relajación, es reconfortante. Permite incrementar la confianza y seguridad a quien lo recibe, al sentirse apoyado, protegido, confiado.
Los abrazos logran estimular la circulación toda vez que se elimina la tensión que pueda presentar, pues resulta agradable. Favorece la felicidad y seguridad, por tanto aumenta la autoestima, esto sucede gracias a la serotonina que se produce de forma automática al sentirse rodeado por unos brazos amigables.
Tanto si damos un abrazo como si lo recibimos, nuestro sistema inmune se ve fortalecido, porque nuestro sistema inmunológico se activa favoreciendo la creación de glóbulos blancos.
Se dice incluso, que dar y recibir abrazos reduce el riesgo de padecer demencia, gracias a la tranquilidad y equilibrio que ofrecen al sistema nervioso. Favorecen la oxigenación de los tejidos, aumentando la vida de las células sanas.
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