martes, 27 de diciembre de 2016

LAS DEPRESIONES DE FIN DE AÑO



Nos recuerda nuestro amigo Psicólogo Paulo Daniel Acero, Director Científico de la Fundación Vida por Amor a Ellos, que a pesar de ser concebida por muchos como la mejor época del año, el mes de diciembre suele provocar que la tristeza y la depresión se hagan evidentes con mayor intensidad. No es que en los otros meses del año no haya motivos para estar triste o deprimido, sino que durante el resto de año las ilusiones y desilusiones se distribuyen casi de manera uniforme, pero en diciembre, estas se concentran y son más notorias, pues en la época navideña se presume que todos deben estar obligatoriamente felices.

Cuando se habla de depresión de fin de año, algunas personas ven el entorno triste y vacio, se ven a sí mismas tristes y vacías, experimentan vacío existencial y les resulta complicada y exigente la realización de actividades que antes llevaban a cabo sin dificultad. Algunos de las causas pueden ser:

• Evidenciar el no cumplimiento de proyectos: En este sentido vale la pena reflexionar que lo que no permite obtener los resultados es que las decisiones que se toman el 31 de diciembre, para al año que sigue, suelen ser proyectos basados en la emoción y no en la razón y la planeación. No hay que tomar decisiones sino determinaciones y la diferencia es que estas últimas no se toman en un instante, sino que son fruto de la reflexión y se caracterizan por ir acompañadas de fechas, acciones a realizar y presupuestos a ejecutar. Cualquier proyecto que no contemple estos tres mínimos elementos no es tal sino un simple deseo.

• Anclarse en los faltantes y no en lo que se tiene: Este tipo de visión negativa, usualmente basada en la tendencia a compararse con los demás y a hacer depender nuestra felicidad de que los demás sean menos felices que nosotros, lleva a no dar valor real a nuestros logros y a demeritar nuestros alcances.

• Focalizarse más en los recuerdos negativos que en los gratos: Quienes trabajamos con el duelo, solemos decir que es la tendencia a comparar heridas buscando comprobar que la nuestra es la más grande, lo que ratifica nuestro derecho a sentirnos desgraciados.

• Confrontarse con el vacío existencial: Nunca como en esta época se ponen a prueba nuestros valores y visión de la vida. En este mes del año se contraponen el tener y el ser.. Es clave no entrar en la insulsa competencia de ver cuánto se regala y hacer depender de ello la dimensión del aprecio.

• Enfrentar la felicidad superficial versus la autentica: La idea de felicidad que nos trasmiten los medios de comunicación no tiene nada que ver con la felicidad de las personas reales. Quienes han pasado y afrontado satisfactoriamente adversidades y pruebas, pueden dar testimonio de que descubrieron que la verdadera felicidad está en la cercanía emocional con los seres queridos, en la superación de barreras de separación constituidas por malentendidos y perdones no dados y no concedidos y en la verbalización y demostración de afecto mediante una llamada, un abrazo o un detalle salido del corazón.

Para finalizar esta reflexión queremos invitar a recordar que tan importante como lo que nos sucede, es la manera en que afrontamos aquello que nos sucede y que, de una manera maravillosa, los seres humanos somos infinitamente superiores a lo que nos ocurre, pues, si solo somos lo que nos ocurre, estamos atados al pasado, cuando uno de los aspectos esenciales del ser humano es la capacidad de proyectarse al futuro, afianzándolo en determinaciones tomadas en el presente, gracias a los aprendizajes de un pasado no evitado sino sanamente procesado e integrado a la experiencia vital.



Lic. Yaneth Rubio Pinilla

Tanatóloga 
 




martes, 20 de diciembre de 2016

EL PODER DE LOS ABRAZOS



Abrazo y silencio van de la mano, es el encuentro en lo más íntimo del corazón que entrega la fuerza para seguir. Los corazones se acercan, los latidos se funden en uno solo y el amor realiza el milagro de acariciar el alma.

Un abrazo que dura 20 segundos, produce un efecto terapéutico sobre el cuerpo y la mente. La razón es que un abrazo sincero produce oxitocina, también conocida como la hormona del amor, permite relajarse, sentirse seguro y calmar temores y ansiedad. Este maravilloso tranquilizante se ofrece de forma gratuita cada vez que tenemos a una persona en nuestros brazos, que acunamos a un niño, que acariciamos un perro o un gato, que estamos bailando con nuestra pareja, cuanto más nos acercamos a alguien o simplemente sostenemos los hombros de un amigo.

Los seres humanos necesitamos abrazos. Abrazos que nos alivien, que nos consuelen, que nos hagan sentir queridos. Y no solo recibirlos, también es importante ofrecerlos.

Para quienes sufren el dolor de la pérdida de un ser querido, el abrazo les contiene, les soporta, les recuerda que hay vida. Investigaciones recientes indican que un bebé no podría sobrevivir sin el abrazo y las caricias, el contacto físico es vital.

El abrazo proporciona seguridad, relajación, es reconfortante. Permite incrementar la confianza y seguridad a quien lo recibe, al sentirse apoyado, protegido, confiado.

Los abrazos logran estimular la circulación toda vez que se elimina la tensión que pueda presentar, pues resulta agradable. Favorece la felicidad y seguridad, por tanto aumenta la autoestima, esto sucede gracias a la serotonina que se produce de forma automática al sentirse rodeado por unos brazos amigables.

Tanto si damos un abrazo como si lo recibimos, nuestro sistema inmune se ve fortalecido, porque nuestro sistema inmunológico se activa favoreciendo la creación de glóbulos blancos.

Se dice incluso, que dar y recibir abrazos reduce el riesgo de padecer demencia, gracias a la tranquilidad y equilibrio que ofrecen al sistema nervioso. Favorecen la oxigenación de los tejidos, aumentando la vida de las células sanas.

De las terapias más efectivas para el doliente, está el oído, el hombro y el abrazo… que fácil, verdad?


Lic. Yaneth Rubio Pinilla
Tanatóloga


martes, 13 de diciembre de 2016

LLEGA LA NAVIDAD...CONSEJOS.



En vez de negar, piense qué le gustaría hacer o qué estaría haciendo la persona que se fue. En general, la primera determinación que se toma es la de no hacer nada, mantener la casa apagada, no sacar los adornos navideños.

Aislarse no mitiga el dolor y sí puede alterar la vida de los restantes miembros de la familia. Hacer un regalo en nombre de quien se ha ido. Escribir una carta a quien se ha ido para decirle lo que siente, no lo que piensa. Sembrar un árbol, prender luces, encontrar símbolos que ayuden a mantener vivo el recuerdo. Recordar que, detrás de toda pérdida, hay una puerta hacia la esperanza. Cómo sacar del dolor una experiencia positiva

¿Qué aconsejan los expertos a quienes viven un duelo? Ante todo, no encerrarse, procurar no negar el sufrimiento, no buscar engañarse a sí mismo en busca de distracciones. Por más que se trate de esconderlo o camuflarlo, el dolor sigue presente y se traslada con la persona a donde ella pretenda esconderse. Así, es mucho más saludable darle curso libre al sentimiento.

Es un momento que exige valor. Implica confrontar la realidad, reconocer la pérdida y aceptarla. Buscar nuevos caminos como homenaje a quien se ha ido, en vez de sumergirse en la sensación de que no hay nada que hacer porque todas las puertas se cerraron. Siempre es posible mirar nuevos enfoques; lo importante es quererlo hacer. Y cuando el dolor es demasiado, existe la posibilidad de pedir ayuda.

Aquí intervienen quienes rodean a la persona en duelo. Su misión no es la de evitar que sufra, o la de hacerle olvidar, o la de llevar su atención a enfocarse en otros temas, o la de planificarle su vida.

Su misión es la de permitirle llorar y expresar su dolor y acompañarlo con cariño. Llorar con el que llora, y hacerle sentir que no está solo y que existe una esperanza.

En este sentido, se comprende que la muerte no es una ruptura definitiva sino un cambio. Una manera distinta de percibir a la persona. Aún si físicamente no es posible ya tocarla, esa persona puede seguir viviendo en la mente y el corazón, hasta el momento en que sea posible desprenderse de ella sin remordimientos, sin dolor.

Recuerde que le esperamos en RENASCI UNIDAD DE APOYO EMOCIONAL - LORDUY. Desde allí, podemos orientarle.


Lic. Yaneth Rubio Pinilla
Tanatóloga



miércoles, 30 de noviembre de 2016

LAS UNIDADES DE DUELO O DE APOYO EMOCIONAL NOS ENSEÑAN A SOBREPONERNOS ANTE EL DOLOR DE UNA PERDIDA



Si bien, es un servicio escasamente conocido por la comunidad, las unidades de duelo son una extensión de los servicios funerarios, que surgen ante la necesidad de orientar y apoyar a los dolientes o deudos tras sufrir una perdida, brindando acompañamiento en la elaboración de su proceso facilitando herramientas que le permitan sobrellevar su dolor en los instantes más difíciles. Las unidades de duelo, son el eje central que poseen las funerarias en la actualidad; es un espacio donde se atienden a los dolientes y se tienen diferentes actividades como lo son charlas de cómo afrontar el duelo, consejería individual y familiar, consejería en duelo para niños, grupos de apoyo mixtos, talleres para fechas especiales, consultas online, entre otras; las cuales apuntan a promover que estas personas y sus familias se puedan reponer de la pérdida y a su vez, se propende a la generación de cultura de duelo que es casi nula en nuestra sociedad. Este servicio se puede prestar, ante un duelo anticipatorio, cuando se tienen en las familias algún miembro con una enfermedad que es potencialmente mortal o después del fallecimiento de la persona. Es decir, no hay un tiempo exacto, así como pueden llegar en cuestión de horas o tres días después del fallecimiento de un ser querido, puede presentarse el caso que van dos o tres años después del evento a solicitar los servicios cuando el doliente o deudo sabe que todavía hay asuntos pendientes en su proceso de duelo.

Entendemos por duelo el proceso psicológico consecuencia de la muerte o desaparición de una persona, objeto o situación significativa para una persona. Esta reacción psicológica no sólo tiene componentes emocionales, sino también fisiológicos y sociales. En principio; el duelo no puede ser considerado como un trastorno sino como un proceso natural que acompaña a toda pérdida. Estas reacciones pueden incluir shock e incredulidad, incluso negación que dura horas, semanas o meses, sentimiento arrollador de tristeza, el cual se expresa con llanto frecuente, dolor por la separación, desinterés por el mundo, la rabia emerge suscitando angustia, se presenta un trabajo penoso de deshacer los lazos que continúan el vínculo con la persona amada y reconocer la ambivalencia de toda relación; todas las actividades del doliente pierden significado. Esto va disminuyendo con el tiempo, pero pueden repetirse en ocasiones como los aniversarios o fechas especiales.

Gradualmente, el individuo inicia su reconexión con su vida diaria, logra la estabilización de los recuerdos de la persona desaparecida, emergen sentimientos cariñosos mezclados con tristeza, en lugar del dolor agudo y la nostalgia lo cual indica que se ha llegado a una aceptación de la realidad de la pérdida.

Si bien, el proceso de duelo no es una enfermedad o trastorno, en sí mismo puede llegar a convertirse en un conflicto para la persona si su elaboración no es correcta.

Duelo Persistente o complicado: En ocasiones la víctima se queda anclada en el proceso de duelo, es decir, en la aparición de un duelo persistente o complicado influyen tanto las características de la muerte como los recursos personales de la persona y sociales. Podemos reconocer un duelo persistente o complicado cuando la persona ha sido incapaz de sentir algo durante meses después de la muerte de un ser querido o a la inversa, se siente atrapado en un sufrimiento implacable durante meses.

Son estos individuos los que requieren del acompañamiento psicológico profundo para seguir adelante, para así entender que ese ser querido ya no está, pero que la existencia de quienes le sobreviven debe seguir adelante. Por lo anterior, hoy por hoy existen las Unidades de Duelo.


Ps. Raquel Baena Guzmán