Investigaciones en el campo de las neurociencias, demuestran como el dolor emocional es procesado en el cerebro por la misma área que procesa el dolor físico. El ser humano es incondicional, capaz de ir más allá de su condición psicofísica y de los condicionamientos que la vida impone; libre para elegir como enfrentar su vida, puede encontrar todas las respuestas. Filósofos y existencialistas coinciden en que el hombre ante todo busca ser feliz. Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, decía: el fin supremo del hombre es la felicidad. Víctor Frankl afirmaba que solo la intencionalidad en término de sentimiento hacia los valores, descubren en el hombre la verdadera alegría, y decía: No es el vacío lo que genera angustia sino la actitud ante él, la angustia deja paso a la esperanza. Sufrir significa obrar, significa crecer; el verdadero resultado del sufrimiento es el proceso de maduración personal.
El dolor y el sufrimiento hacen parte de la realidad humana, en algún momento de la vida debe enfrentarse, es una percepción intrínsecamente ligada a la condición de vivir, dolor y sufrimiento no son sinónimos, el dolor emocional, se define como el sentimiento negativo que surge ante determinadas situaciones o vivencias que afectan a la persona de manera importante. Puede existir dolor sin sufrimiento y sufrimiento sin dolor. Es en su interpretación de dolor donde aparece el sufrimiento, aparecen una vez sufrimos el impacto o la noticia.
El sufrimiento presenta al ser humano un desafío a la confianza que tiene de su vida, se experimenta como la intromisión de algo extraño y ajeno al propio ser, suscita el anhelo de hallar una explicación y un significado del mismo, de aceptarlo como inherente a la existencia humana, despierta o agudiza el anhelo humano de trascender el orden natural. Es una sensación motivada por la percepción emocional y cognitiva que se hace de una situación específica, que se convierte en desgaste, va más allá del dolor, pero puede ser controlado y puede ser eliminado. La tarea es aprender de él y no permitir que se instale indefinidamente.
Cuando el sufrimiento hace presencia, la persona se siente amenazada, haciéndose preguntas en torno a su propia responsabilidad, culpa, por qué yo?, aparece la indefensión, la desesperanza, es una incógnita saber cuándo va a terminar dicho sufrimiento, se puede pensar que nunca acabará y que no se podrá soportar; se incrementan emociones como depresión, enojo, autocompasión. En la percepción subjetiva e individual que se le entrega, tiene influencia la cultura, los vínculos afectivos, las necesidades, la vida espiritual, los factores sociales.
Ningún ser humano escapa al hecho de tener que pasar por el dolor y el sufrimiento, y se puede vivir y trascender tal estado, de acuerdo con el significado que se le dé. Una persona puede desmoronarse ante el dolor que está viviendo, otra, puede encararlo de una manera distinta, fortaleciéndose, creciendo. La intensidad y duración de dicho estado de dolor, de sufrimiento, dependen de la personalidad, fortaleza afectiva, del estado de salud física y emocional al momento de presentarse el acontecimiento que lo provoca, de la forma en que se vivieron experiencias anteriores, de las creencia y significado que se le dé al dolor, del apoyo social, de la capacidad de reconocer, aceptar y expresar las emociones. Dolor y sufrimiento son fundamentalmente humanos, es para todos, no se pueden evitar, son totalmente incomprensibles.
Cambiar el estado en que la persona vive el dolor emocional, el sufrimiento, tiene que ver con la modificación de la actitud, entender que sentirlos no es sinónimo de debilidad o incapacidad, ayuda el hecho de aceptar que se está sufriendo, asumir la responsabilidad de sentir, tomar decisiones respecto a quedarse en tal estado o salir de él. Dice el Psicólogo Clínico español, Polaino Llorente, 1993: se advierte una pérdida del sentido humanizante y trascendente del dolor, lo que urge recuperar, porque se olvida que el dolor tiene una dimensión misteriosa. Huir del dolor hace que se padezca doblemente. Ningún hombre puede zafarse de la experiencia del sufrimiento. De una u otra forma, todos acabamos por ser hombres dolientes
[i]. (Llorente, 1993)
Aunque suene extraño, algunos individuos en ocasiones eligen hacer del dolor algo destructivo, llevarlo más allá de la experiencia misma alimentándolo de forma voluntaria con dirección al victimismo, a la vivencia de emociones que le permiten crecer como persona y en algunos casos le perjudica. “Demonizar el sufrimiento y evitarlo a toda costa es tan peligroso como idolatrarlo; que sea necesario aceptar la parte negativa de las cosas no implica necesariamente regodearse en el fango”. (Herman Hesse). Equilibrar los estados emocionales permite que se comprenda mejor la vida y dejar de ser esclavos.
Sigmun Freud distingue tres fuentes principales del dolor: 1. la enfermedad que nos hace descubrir nuestra finitud; 2. las agresiones del mundo exterior que nos hacen descubrir nuestra pequeñez e indefensión; 3. las relaciones con el prójimo que nos descubre la injusticia.
Scheler señala cuatro estratos en la persona: 1.somático, 2.vital, 3. psíquico, 4. espiritual. El dolor es un sentimiento del primer estrato, sensorial. El sufrimiento devora todas las perspectivas de futuro, la indeterminación de un horizonte sin dolor, afectando a ese estrato espiritual y produciendo tristeza, interviene la memoria, la imaginación y la inteligencia.
Sentido humano del sufrimiento
Spaemann, expone que la pregunta sobre del sentido del sufrimiento hace referencia a la experiencia de la falta de sentido, pues en esa experiencia consiste el verdadero sufrimiento ¿Qué sentido tiene la experiencia de lo sinsentido?
[ii]
El sufrimiento, no es simplemente dolor físico o moral, sino un dolor que condena a la pasividad, donde no se puede hacer nada, se presenta con impotencia y pide serenidad. La pregunta acerca del sentido del sufrimiento es una pregunta paradójica toda vez que en ella misma hay expresión de sufrimiento, de ausencia del sentido del actuar; no se puede imponer el sentido, sino ayudar a encontrarlo, por tanto es valiosa la capacidad de quien acompaña para consolar, para compartir en silencio, ante la desgracia, siempre sobran las palabras.
Darle un buen manejo al dolor, hace necesario aceptarle, reconocer que está presente, “el que se sobrepone a su dolor, sube más alto" (Holderlin, 1995). La aceptación lleva a la persona a ver cómo reorganizará su propia vida a partir de su dramática verdad. En la libertad del ser humano, radica la posibilidad de enriquecerse con el dolor. Yepes, dice: “el dolor realiza en nosotros una catarsis, una purificación, no solo corporal, sino espiritual; nos hace menos dependientes de nuestro capricho”
[iii]. Los conceptos de libertad y dignidad humana son claves para el acercamiento al dolor y el sufrimiento humanos.
El hombre doliente se ennoblece si ha aprendido a ser fuerte para sobrellevar su dolor; el sufrimiento para tener sentido, no puede ser un fin en sí mismo, el ser humano puede ir más allá, trascender el dolor. Lo que da sentido al dolor es el amor, se sufre cuando se ama, su fuerza motiva el seguir viviendo. Vivirlo sin sentido, lo hace estéril, sordo y destructivo. “Quién dispone de un porqué para vivir, es capaz de soportar casi cualquier como”. V. Frankl. El pensamiento de Víctor Frankl está impregnando de esperanza y humanismo, habla del hecho de dotar de sentido experiencias tales como la enfermedad o la muerte, el dolor y el sufrimiento, y produce consuelo en el ser humano ya que aporta razones o motivos para sobrellevar de una manera más optimista esa carga tan difícil.
El sentido ayuda a mitigar el propio sufrimiento ya que existen muchas formas diferentes de enfrentarse a él. Frente al dolor existen actitudes. Una aceptar el dolor, la otra silenciarlo o suprimirlo a costa de seguirlo padeciendo. Polaino señala que el hombre doliente tiene que plantearse si va a ser feliz o no a pesar de sus sufrimientos.
[iv] El sufrimiento está ligado con lo existencial, con espiritual, con el ser y el deber ser, a través de él, el hombre toma conciencia sobre sí. “Es necesario asumir el sufrimiento, solo el sufrimiento asimilado deja de ser sufrimiento, pero, para poder afrontarlo, solo se puede sufrir con sentido, sufrir por algo o por alguien” V. Frankl. De otra parte, Hamer hablando de las leyes biológicas anota: Lo que atormenta al hombre no es la realidad, sino la idea que hace de ella.
En la obra de Víctor Frankl se indica que no fueron los más fuertes quienes superaron la experiencia de Auschwitz, sino los que tenían un motivo y una esperanza, lo que interesa era el sentido de la vida en su totalidad, que incluía también la muerte; no solamente el sentido de la vida, sino también el sentido del vivir y del morir. Una misma afección puede llevar al sufrimiento o a que se encuentre el sentido que puede ayudar a crecer al individuo. El sufrimiento es un gran despertador existencial, implica un esfuerzo para no renunciar a sí mismo a pesar del dolor, es una fuerza de crecimiento interior. Decía Juan Pablo II que el dolor no es un castigo inmerecido, sino un inmerecido tesoro. El dolor y el sufrimiento son compañeros por siempre de la existencia del hombre.
Víctor Frankl habla de la tragedia del ser humano y las llama el triple desafío: sufrimiento, culpa y muerte, enmarcados como valores de actitud que cobran su importancia frente a lo inevitable con la propia actitud, dan sentido a la vida en situaciones límite, confrontan al ser mismo, dignifican su esfuerzo al margen de los resultados, son expresión de la capacidad de la dimensión espiritual, movilizan al ser humano a través del dolor y el sufrimiento que llevan consigo, supone una búsqueda de objetivos que infundan sentido a la vida y la enriquecen, constituye una fuerza poderosa y determinante en el núcleo psíquico; es impulso para vivir, ser libre, entender, gozar, crear, vincularse y trascender lo meramente individual.
Desde la Logoterapia su razón de ser como fundamento fundante, indica que la vida siempre vale la pena, por tanto es mejor vivirla, mirar al futuro permite la oportunidad de encontrar nuevos motivos, nuevos sentidos por los cuales puede cobrar un nuevo significado, un por qué vivir que se cumple realizando valores en un mundo de posibilidades que conducen a la experiencia más humanizante, la autotrascendencia. Toma los valores de actitud como oportunidad para enfrentar aquellas preguntas que no tienen respuesta. “Cualquier tipo de sufrimiento que la vida depara, será aceptado con fortaleza por el ser humano, si sabe que detrás de él hay un sentido que puede iluminar su significado”
La Logoterapia se rige por tres principios básicos: 1: La vida tiene sentido bajo cualquier circunstancia. 2. El hombre es dueño de una voluntad de sentido, y se siente frustrado o vacío cuando deja de ejercerla. 3. El hombre es libre, dentro de sus obvias limitaciones, para consumar el sentido de su existencia. A su vez, el sentido de la existencia se cumple en la realización de valores de creación, aquello que se ofrece al mundo a través del trabajo, de la creación artística, del dar; valores de experiencia, como lo que se recibe del mundo, la naturaleza, las obras de arte, las puestas de sol; los valores de actitud, como la posibilidad de asumir una actitud digna y valiente frente a hechos inevitablemente dolorosos que no se pueden cambiar.
El humanismo define al ser humano como valor central, en busca de la superación del dolor y el sufrimiento. Se parte de un postulado universal: la vida tiene sentido y dirección, esclarecerlos, comprenderlos, son la vida misma. El movimiento humanista inició en Estados Unidos como respuesta a la necesidad de crear un modelo más holista, que incluyera dimensiones como el crecimiento personal, la capacidad creativa del ser humano o la importancia de la dimensión emocional y corporal. Incluye escuelas como la psicoterapia de la Gestalt, el Análisis Transaccional, la Logoterapia, autores como Carl Rogers, Erwin Yalom, Abraham Maslow, Rollo May, Víctor Frankl. Como principios filosóficos tiene presente la perspectiva holista y sistémica, que implican la personalidad del individuo como un sistema idiosincrático en constante evolución y desarrollo, una perspectiva existencial, con un enfoque dinámico que se concentra en la existencia del individuo y una perspectiva constructivista que conlleva que todo individuo goza de la creatividad necesaria para reconstruirse, resignificarse. El terapeuta humanista además de escuchar empáticamente al consultante, le ofrece propuestas de exploración concretas y planes de acción, con intervenciones fundamentalmente idiosincráticas, adaptando las técnicas a las particularidades del sujeto y a los problemas que se pretende tratar.
"No son las cosas mismas
las que al hombre alborotan y le espantan,
sino las opiniones engañosas
que tiene el hombre de las mismas cosas". Epicteto.
Bibliografía
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FRANKL, V. El hombre doliente, Herder, Barcelona, 1985
FRANKL, VIKTOR E., "Análisis existencial y logoterapia", en IV Congreso
Internacional de Psicoterapia, Editorial Scientia, Barcelona 1958.
—, "La logoterapia de V. Frankl", en Doctrinas psicoanalíticas, Editorial Kapelusz, Buenos Aires 1963.
FREUD, S. Duelo y melancolía. En Obras completas. Tomo XIV, Buenos Aires, Amorrortu, 1990
GORDILLO ALVAREZ, L. Aprender a vivir, aprender a morir, Colección Fundcrea: Alicante, España, 1998
LEWIS, C.S., El problema del dolor, Rialp, Madrid, 1994
LUCERO, I T., EL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO HUMANO, en García, José Juan (director): Enciclopedia de Bioética, URL:http://enciclopediadebioetica.com/index.php/todas-las-voces/168-el-dolor-y-el-sufrimiento-humano
POLAINO, A., Más allá del sufrimiento, en Atlántida, 1993.
SPAEMANN, R., El sentido del sufrimiento, Atlántida, 1993.
YEPES STORK, R., Fundamentos de Antropología, EUNSA, Pamplona 1997
[i] A. Polaino –Lorente, Más allá del sufrimiento, en Atlántida, 15, 1993, Pág. 312
[ii] R. Spaemann, El sentido del sufrimiento, Atlántida, 15, 1993, 322-332
[iii] R. Yepes, Fundamentos de Antropología ob. cit. p 448
[iv] Polaino – Lorente, Manual de Bioética, ob. cit p. 473