Nadie quisiera atravesar el dolor que
produce la pérdida de un ser querido pero, inevitablemente, todos nosotros más
de una vez deberemos vivir este triste momento… A veces de una manera
inesperada y otras luego de una larga enfermedad, la vida de tu ser querido
termina dejando tras él un gran vacío y desolación. En este arduo camino
emocional, la ayuda y contención de nuestros seres queridos será muy
importante. Sin embargo ¿todos tenemos la capacidad y la sabiduría para ayudar
a los demás? ¿Sirven mis propias experiencias personales como guía para otros
dolientes?
Te recomiendo que leas estos 7 consejos
para que tu ofrecimiento de ayuda sea un verdadero bálsamo de paz para quien
está en uno de los momentos más dolorosos de su vida.
1. PREPÁRATE PARA REVIVIR TU DOLOR. Ayudar a otro doliente en uno de
los momentos más difíciles de su vida te enfrentará a un profundo desafío
emocional: reencontrarte con tu propio dolor. Antes de ofrecer esta ayuda
piensa por unos minutos ¿estoy preparado para revivir el dolor que me ha
provocado a mí la muerte de un ser querido? Escuchar el angustiante relato de
un doliente que ha perdido a su familiar te hará volver a aquellas experiencias
personales para reflexionar y revivir este dolor. Debes estar preparado no sólo
para escuchar los testimonios más desgarradores sino para reencontrarte
interiormente con nuevos y viejos sentimientos que parecían olvidados… Esto no
significa que volverás a atravesar este proceso de duelo sino que es necesario
estar preparados para afrontar momentos de tristeza, culpa o arrepentimiento
debido a la identificación que podrías tener con las palabras del doliente a
quien estás ayudando.
2. CONOCE TUS PROPIOS LÍMITES. Tus deseos de ayudar a otros
dolientes pueden hacerte olvidar cuáles son tus propias limitaciones
personales, profesionales, etc. frente a este dolor. Es primordial que antes de
comenzar con esta ayuda te tomes unos días de reflexión en los que puedas
establecer una conversación interior para no sólo conocer tus habilidades sino
también tus limitaciones en la tarea de acompañante. Pregúntate ¿en qué casos
no podría actuar? ¿Olvidaré de cuidar de mí mismo? ¿Podré marcarle los límites
al doliente? En muchos casos el dolor por la muerte de un familiar se vuelve
agudo y crónico por lo que la depresión hace que surjan pensamientos suicidas…
En estos casos debes reconocer que tu ayuda ya no es suficiente por lo que
deben intervenir profesionales de la salud mental para proporcionarle un
tratamiento adecuado. Te recomiendo ver este video para infórmate sobre los
signos patológicos del duelo.
3. NO LO JUZGUES. ¿Por qué no comenzaste aún a
trabajar? ¿Cómo es posible que no te esfuerces por salir de esta angustia? ¿No
crees que ya es hora que des una vuelta de página? Después de algunos meses, es
usual que amigos y familiares se preocupen por el doliente y por cómo está
sobrellevando este dolor. Sin embargo, recuerda cuando tú estabas en duelo y te
hacían estas mismas preguntas ¿qué pensabas en ese momento sobre lo que te
decían? ¿Realmente te ayudaban estas palabras a sobrellevar el dolor? Cada
duelo es único y personal por lo que evita emitir un juicio de opinión respecto
a cómo debe hacer frente a este proceso de duelo o cuánto tiempo debe
prolongarse. No hay una manera buena o mala de hacer el duelo sino que cada
persona tendrá mecanismos de afrontamiento diferentes de acuerdo a sus propios
recursos religiosos, personales, sociales y familiares. Sólo debes estar alerta
en aquellos casos en los que estos mecanismos de afrontamiento sean sustituidos
por mecanismos de evasión potencialmente dañinos para su vida como el consumo
abusivo de alcohol, drogas o pensamientos suicidas. En estos casos, no dudes en
sugerirle y acompañarlo en un tratamiento profesional guiado por especialistas
en salud mental.
4. NO LO COMPARES CON TU DOLOR. Cada duelo es único y personal
como así también lo será la persona que deba experimentarlo. El vínculo con la
persona fallecida así como los propios recursos psicológicos, familiares y
sociales hará que esta experiencia de dolor sea absolutamente personal e
incomparable con tu propia experiencia… Por lo tanto, no le digas que sabes
cómo se siente ni que tú habrías afrontado esta pérdida de una manera distinta.
Si bien tu experiencia personal puede serte de ayuda, esto no significa que sea
una guía universal sobre la cual todos los dolientes deban apoyarse. Lo que
puede ser reconfortante para ti, puede ser una verdadera pesadilla para el
doliente a quien estás acompañando. Mientras que para ti visitar el cementerio
puede haber sido una gran herramienta para aceptar y elaborar esta muerte, para
otros puede ser un momento doloroso imposible aún de afrontar. Sólo si él o
ella te pide un consejo, piensa en qué momento del proceso del duelo se
encuentra y cuáles son sus características personales y mecanismos de afrontamiento
para decidir qué sugerencias pueden ser correctas para su caso… pero hazlo
sabiendo que puede estar en desacuerdo contigo o bien que no desee aceptar esta
ayuda.
5. MANTÉN TU PRESENCIA. El duelo es una montaña rusa de emociones por lo que cuando creíamos que ya estábamos mejor vemos una foto, recordamos un viaje juntos o pasamos por un lugar que solíamos ir con él y volvemos a recaer en el dolor y la tristeza que genera su ausencia. Por lo tanto, el doliente necesita que tu ayuda no sólo sea perdurable en el tiempo sino también que seas paciente con sus sentimientos… Este dolor puede extenderse no sólo meses sino años después de la muerte siendo las fechas de aniversario un momento muy especial donde recuerdos, imágenes y emociones vuelven a surgir como un torbellino que pareciera derrumbar todos los avances que habíamos hecho hasta ahora. No dudes en llamarlo, enviarle un mensaje, visitarlo en su casa o escribirle un mail aún cuando ya haya pasado un largo tiempo de esta pérdida, estos tiempos suelen ser los más difíciles y de mayor soledad…Será un gesto que realmente sabrá apreciar en momentos en los que todos siguen con su rutina habitual.
6. ESCUCHA MÁS, HABLA MENOS. Recuerda
cuando tú estabas en duelo y tu amigo o familiar te sorprendía con un fuerte
abrazo ¿No parecía que este gesto aliviaba tu alma? El doliente no necesita ni
desea escuchar consejos…se encuentra desolado y abrumado por el dolor de esta
pérdida por lo que tus palabras sobre lo que debería hacer o sentir sólo
podrían irritarlo. Ellos necesitan algo mucho más sencillo: tu tiempo y oído…
escúchalo, toma su mano, bríndale un abrazo y no te sientas presionado a tener
que darle una respuesta a todo lo que te cuenta. Las respuestas están en su
propio interior… sólo desea que lo escuches y que le brindes un momento de
comodidad para hablar de su dolor organizando con esta conversación los
sentimientos y pensamientos que lo aquejan a cada instante. Déjalo hablar sobre
cómo su ser querido ha fallecido… seguramente debas escuchar esta historia una
y otra vez. Ten paciencia, se trata de una manera inconsciente de procesar el
dolor y la irreversibilidad de esta ausencia. En otros casos es posible que no
tenga deseos de hablar… no lo obligues a expresar sus emociones si no quiere. A
veces compartir un momento en silencio tomados de la mano es un verdadero
aliciente para el alma.
7. BRÍNDALE TU APOYO EN FECHAS
ESPECIALES. El aniversario de su muerte,
cumpleaños, día de la Madre, etc. son fechas especialmente dolorosas para quien
está atravesando un proceso de duelo, más aún si se trata del primer año.
Procura brindar tu compañía en este día tan difícil… ayúdalo a organizar una
reunión familiar, acompáñalo al cementerio, comparte el día con él o ella,
piensa en homenajes que pueda hacerle a su ser querido o, si no tienes tiempo o
no te encuentras en la ciudad, llámalo por teléfono expresándole que tanto tus
pensamientos como sentimientos están junto con él o ella… hay mil y un maneras
de acompañarlo en este día para que no se sienta sólo.
Lamentablemente, todos atravesaremos en
la vida pérdidas que deberemos superar para poder encontrar un nuevo sentido a
la vida. Esta experiencia personal puede sernos de gran ayuda para acompañar a
otros dolientes en su proceso pero también nos enfrenta a un profundo desafío
emocional: reencontrarnos con nuestro propio dolor y crecer a partir de ahí.
¿Cómo te ha servido tu propia
experiencia personal para ayudar a otros dolientes? ¡Déjanos tus comentarios!
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