martes, 3 de enero de 2017

7 CONSEJOS PARA LA AYUDA MUTUA



Nadie quisiera atravesar el dolor que produce la pérdida de un ser querido pero, inevitablemente, todos nosotros más de una vez deberemos vivir este triste momento… A veces de una manera inesperada y otras luego de una larga enfermedad, la vida de tu ser querido termina dejando tras él un gran vacío y desolación. En este arduo camino emocional, la ayuda y contención de nuestros seres queridos será muy importante. Sin embargo ¿todos tenemos la capacidad y la sabiduría para ayudar a los demás? ¿Sirven mis propias experiencias personales como guía para otros dolientes?
Te recomiendo que leas estos 7 consejos para que tu ofrecimiento de ayuda sea un verdadero bálsamo de paz para quien está en uno de los momentos más dolorosos de su vida.

1. PREPÁRATE PARA REVIVIR TU DOLOR. Ayudar a otro doliente en uno de los momentos más difíciles de su vida te enfrentará a un profundo desafío emocional: reencontrarte con tu propio dolor. Antes de ofrecer esta ayuda piensa por unos minutos ¿estoy preparado para revivir el dolor que me ha provocado a mí la muerte de un ser querido? Escuchar el angustiante relato de un doliente que ha perdido a su familiar te hará volver a aquellas experiencias personales para reflexionar y revivir este dolor. Debes estar preparado no sólo para escuchar los testimonios más desgarradores sino para reencontrarte interiormente con nuevos y viejos sentimientos que parecían olvidados… Esto no significa que volverás a atravesar este proceso de duelo sino que es necesario estar preparados para afrontar momentos de tristeza, culpa o arrepentimiento debido a la identificación que podrías tener con las palabras del doliente a quien estás ayudando.

2. CONOCE TUS PROPIOS LÍMITES. Tus deseos de ayudar a otros dolientes pueden hacerte olvidar cuáles son tus propias limitaciones personales, profesionales, etc. frente a este dolor. Es primordial que antes de comenzar con esta ayuda te tomes unos días de reflexión en los que puedas establecer una conversación interior para no sólo conocer tus habilidades sino también tus limitaciones en la tarea de acompañante. Pregúntate ¿en qué casos no podría actuar? ¿Olvidaré de cuidar de mí mismo? ¿Podré marcarle los límites al doliente? En muchos casos el dolor por la muerte de un familiar se vuelve agudo y crónico por lo que la depresión hace que surjan pensamientos suicidas… En estos casos debes reconocer que tu ayuda ya no es suficiente por lo que deben intervenir profesionales de la salud mental para proporcionarle un tratamiento adecuado. Te recomiendo ver este video para infórmate sobre los signos patológicos del duelo.

3. NO LO JUZGUES. ¿Por qué no comenzaste aún a trabajar? ¿Cómo es posible que no te esfuerces por salir de esta angustia? ¿No crees que ya es hora que des una vuelta de página? Después de algunos meses, es usual que amigos y familiares se preocupen por el doliente y por cómo está sobrellevando este dolor. Sin embargo, recuerda cuando tú estabas en duelo y te hacían estas mismas preguntas ¿qué pensabas en ese momento sobre lo que te decían? ¿Realmente te ayudaban estas palabras a sobrellevar el dolor? Cada duelo es único y personal por lo que evita emitir un juicio de opinión respecto a cómo debe hacer frente a este proceso de duelo o cuánto tiempo debe prolongarse. No hay una manera buena o mala de hacer el duelo sino que cada persona tendrá mecanismos de afrontamiento diferentes de acuerdo a sus propios recursos religiosos, personales, sociales y familiares. Sólo debes estar alerta en aquellos casos en los que estos mecanismos de afrontamiento sean sustituidos por mecanismos de evasión potencialmente dañinos para su vida como el consumo abusivo de alcohol, drogas o pensamientos suicidas. En estos casos, no dudes en sugerirle y acompañarlo en un tratamiento profesional guiado por especialistas en salud mental. 

4. NO LO COMPARES CON TU DOLOR. Cada duelo es único y personal como así también lo será la persona que deba experimentarlo. El vínculo con la persona fallecida así como los propios recursos psicológicos, familiares y sociales hará que esta experiencia de dolor sea absolutamente personal e incomparable con tu propia experiencia… Por lo tanto, no le digas que sabes cómo se siente ni que tú habrías afrontado esta pérdida de una manera distinta. Si bien tu experiencia personal puede serte de ayuda, esto no significa que sea una guía universal sobre la cual todos los dolientes deban apoyarse. Lo que puede ser reconfortante para ti, puede ser una verdadera pesadilla para el doliente a quien estás acompañando. Mientras que para ti visitar el cementerio puede haber sido una gran herramienta para aceptar y elaborar esta muerte, para otros puede ser un momento doloroso imposible aún de afrontar. Sólo si él o ella te pide un consejo, piensa en qué momento del proceso del duelo se encuentra y cuáles son sus características personales y mecanismos de afrontamiento para decidir qué sugerencias pueden ser correctas para su caso… pero hazlo sabiendo que puede estar en desacuerdo contigo o bien que no desee aceptar esta ayuda.

5. MANTÉN TU PRESENCIA.
 El duelo es una montaña rusa de emociones por lo que cuando creíamos que ya estábamos mejor vemos una foto, recordamos un viaje juntos o pasamos por un lugar que solíamos ir con él y volvemos a recaer en el dolor y la tristeza que genera su ausencia. Por lo tanto, el doliente necesita que tu ayuda no sólo sea perdurable en el tiempo sino también que seas paciente con sus sentimientos… Este dolor puede extenderse no sólo meses sino años después de la muerte siendo las fechas de aniversario un momento muy especial donde recuerdos, imágenes y emociones vuelven a surgir como un torbellino que pareciera derrumbar todos los avances que habíamos hecho hasta ahora. No dudes en llamarlo, enviarle un mensaje, visitarlo en su casa o escribirle un mail aún cuando ya haya pasado un largo tiempo de esta pérdida, estos tiempos suelen ser los más difíciles y de mayor soledad…Será un gesto que realmente sabrá apreciar en momentos en los que todos siguen con su rutina habitual. 

6. ESCUCHA MÁS, HABLA MENOS. Recuerda cuando tú estabas en duelo y tu amigo o familiar te sorprendía con un fuerte abrazo ¿No parecía que este gesto aliviaba tu alma? El doliente no necesita ni desea escuchar consejos…se encuentra desolado y abrumado por el dolor de esta pérdida por lo que tus palabras sobre lo que debería hacer o sentir sólo podrían irritarlo. Ellos necesitan algo mucho más sencillo: tu tiempo y oído… escúchalo, toma su mano, bríndale un abrazo y no te sientas presionado a tener que darle una respuesta a todo lo que te cuenta. Las respuestas están en su propio interior… sólo desea que lo escuches y que le brindes un momento de comodidad para hablar de su dolor organizando con esta conversación los sentimientos y pensamientos que lo aquejan a cada instante. Déjalo hablar sobre cómo su ser querido ha fallecido… seguramente debas escuchar esta historia una y otra vez. Ten paciencia, se trata de una manera inconsciente de procesar el dolor y la irreversibilidad de esta ausencia. En otros casos es posible que no tenga deseos de hablar… no lo obligues a expresar sus emociones si no quiere. A veces compartir un momento en silencio tomados de la mano es un verdadero aliciente para el alma.

7. BRÍNDALE TU APOYO EN FECHAS ESPECIALES. El aniversario de su muerte, cumpleaños, día de la Madre, etc. son fechas especialmente dolorosas para quien está atravesando un proceso de duelo, más aún si se trata del primer año. Procura brindar tu compañía en este día tan difícil… ayúdalo a organizar una reunión familiar, acompáñalo al cementerio, comparte el día con él o ella, piensa en homenajes que pueda hacerle a su ser querido o, si no tienes tiempo o no te encuentras en la ciudad, llámalo por teléfono expresándole que tanto tus pensamientos como sentimientos están junto con él o ella… hay mil y un maneras de acompañarlo en este día para que no se sienta sólo.
Lamentablemente, todos atravesaremos en la vida pérdidas que deberemos superar para poder encontrar un nuevo sentido a la vida. Esta experiencia personal puede sernos de gran ayuda para acompañar a otros dolientes en su proceso pero también nos enfrenta a un profundo desafío emocional: reencontrarnos con nuestro propio dolor y crecer a partir de ahí.
¿Cómo te ha servido tu propia experiencia personal para ayudar a otros dolientes? ¡Déjanos tus comentarios!




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